miércoles, 1 de febrero de 2006

Tuning Bernardo



Extraño, bizarro, incalificable es el caso de Bernardo Petrikowsky, creador del tuning negativo. Me lo presentaron para trabajar en la producción de mi nuevo proyecto de programa para una conocida cadena intenacional, "Enchótame la máquina", que consiste en destronar a los mejores autos del mundo, tanto en look como en performance.

Su talento me asombró: gracias a su “toque” un Mercedes C55 AMG –cedido por una conocida firma de cerveza para filmar los pilotos- pasó de dead mint a dead en 2 días.
Ni siquiera lo manejó: sólo le palmeó el capó y lo oculto, lo innominado, hizo el resto. Esa misma tarde, algún envidioso le dibujó en el flanco una rayita indeleble de cuatro metros; tres horas después, en la Panamericana, una esquirla mordida por la rueda de un camión dibujo una arañita en el costoso parabrisas. Obvio, la arañita creció, y mucho. De todos modos, no hubo que preocuparse, ya que 24 horas después velamos su poderoso motor a capó cerrado.

Inmediatamente me muní de un viejo broche de la ropa, un diente de ajo y una ramita de ruda macho, además de hacerme un agujero en el bolsillo izquierdo del pantalón. Todo fue en vano: a mi auto hubo que extirparle ese mismo día el radiador y un par de caños misteriosamente obturados.
Al toque llamé para advertirles a dos amigos de la producción que habían estado con Bernardo aquella mañana: uno andaba en remises: su rural Falcon se había negado a arrancar la mañana anterior. El otro, respondió a mi "Sebas, como va..." con un "mal, loco, mal, hace dos dias saqué el auto del chapista y ahora tiene tres puntazos en el capó, no lo puedo creer".

Un poco angustiado, decidí investigar más y me corrí hasta Moreno. Su propio padre, experto en mecánica, me expresó entre lamentos: "Ayayay, m'hijo! lo que yo arreglaba en dos horas, el lo destrozaba en cinco minutos. En el taller tengo un Ekeco que funca a Parisiennes, una Difunta Correa, un Cristo de madera paraguayo y un rottweiller llamado 'Pugliese' que no lo deja arrimarse más de 50 metros. Y por las dudas, siempre tengo cerca la llave cruz".
Ex-amigos y conocidos le dieron el golpe de gracia: me afirmaron que te destroza hasta el regatón de la muleta, no hay en el mundo vehículo que se le resista.

Con el marulo liso por todo este asunto, me acosté pensando en este tema del tuning negativo, en cuán sacrificado es como forma de arte.

El tuning, como la personalización y la restauración, parte de la premisa de llevar al objeto más allá, de mejorar u optimizar un estado presente, supone de alguna manera ir de contra el movimiento natural de decadencia. Su resultado no es siempre la belleza, pero es innegable que se hace notar en un contexto que es el propio objeto, o más bien el recuerdo de su estado previo.
El arte de Petrikowsky es en extremo conceptual y su oblicuo efecto estético no pide laureles; más bien se camufla entre los efectos del tiempo y los elementos, invisibles para nosotros en la sucesión de los días, pero descolocantes cuando, misteriosa intervención del artista mediante, los vemos ocurrir juntos, encadenados y fatales.
Me dormí entre pesadillas, chassis apoyados en ladrillos, llaves olvidadas en habitáculos cerrados y olor a cables quemados.

Amanecí sudado, inquieto.
Levanté mails.
Me avisan que se cayó el proyecto del programa.
No llegué a leer las causas. Se cortó la luz.

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